lunes, 25 de julio de 2011

EVOCANDO EL PASADO


Apenas nos daban las vacaciones en el colegio nos instalábamos en la playa sabiendo que teníamos dos meses por delante de sol y descanso. Pasábamos tiempo con los abuelos y algunas de mis primas. Recuerdo que la abuela cocinaba antes de ir a la playa y que mientras alguna de nosotras nos encargábamos de arreglar los cuartos y fregar bien el suelo de la terraza otras bajaban al súper a por el pan. A mí me gustaba fregar los platos después de comer, porque desde la ventana justo encima del fregadero veía el peregrinaje de la gente que volvía de la playa pasadas las tres de la tarde.

Mi abuelo pintaba al óleo y  solía dejar inmortalizado cada verano algún velero en altamar.

Mi hermano era el que mejor vivía, pues la abuela Carmen no le dejaba coger ni el palo de la escoba, lo de la igualdad de género no se había puesto aún de moda y durante algunos años tuvo el privilegio de ser el nieto entre muchas nietas.

Teníamos una organización perfecta. Por las tardes echábamos partidas de cartas.  Mari Carmen, la prima mayor,se ganó el apelativo de "la tonta el bote," ante la envidia de los demás que veíamos como su “bote” se llenaba de duros cada tarde sin poder el resto hacer nada por evitarlo.

Los paseos y brincos en las camas elásticas del paseo marítimo formaban parte de nuestra sana diversión.

!qué divertido era todo!

No es nostalgia lo que hay detrás de tanto sentimiento,  son bonitos recuerdos que hoy han querido venir a mi cabeza, mientras observaba a mis hijas pequeñas saltando sobre las olas igual que yo algún día lo hiciera, ante la atenta mirada de los mayores.


A veces pienso que todo ha cambiado, que pocas cosas son exactamente igual que antes. Todo viene y se va en algún momento, como las olas llegan a la orilla y vuelven a alejarse mar adentro y terminan evaporándose con el sol y forman masas de nubes que de nuevo regresan a nosotros y cobran vida en nuevas olas, objeto de diversión para nuevos y diferentes niños.  Nada es igual, hasta los edificios y las calles han sufrido cambios y rehabilitaciones, las palmeras han crecido y la nueva  ley de costas nos ha privado del placer de tomarnos unas aceitunitas en el chiringuito de la playa,  pero aunque el escenario no sea el mismo, y los personajes vayan cambiando, la esencia de la obra es la misma, la misma trama principal con las pequeñas improvisaciones de sus protagonistas. Supongo que  tan bonita es la niñez de mis hijos como la que yo tuve la suerte de vivir, por más que a veces nos empeñemos en convencernos de lo difícil y malos que son estos tiempos en los que vivimos.


Yo creo que  los ojos de niño saben ver la belleza de las cosas con más pulcritud e inocencia con que la vemos los mayores, por eso, pienso que cuando nuestros hijos, dentro de unos años, escriban las memorias de su infancia como yo estoy haciendo ahora recordarán también lo bonito, lo llamativo, lo que les hizo disfrutar de su niñez, y su escrito podría tal vez convertirse en un copia y pega de este mismo , aunque eso sí, sabe Dios en qué soporte digital les tocará hacerlo.



                                                                                          Pilar.


3 comentarios:

  1. Pilar: Bonito relato de tus vacaciones estivales. Yo no conocí el mar hasta los 14 años y mis vacaciones estivales consistían en quedarnos en la misma casa en la que vivíamos todo el año. Mi madre era viuda y tenía que trabajar. Durante el verano, mi hermana y yo nos ocupábamos de las tareas domésticas. Barrer, quitar el polvo, hacer la compra, la comida y cuidar de nuestro hermano pequeño. Por las tardes, que ya estaba mi madre en casa, íbamos al parque que teníamos en el mismo bloque de viviendas y jugábamos y patinábamos con patines que engrasábamos con aceite frito para que las ruedas rodaran durante más tiempo. Nos lo pasánmos pipa. Antes de salir al parque por la tarde, teníamos que hacer deberes escolares que mi madre nos ponía para que no desconectaramos demasiado. Y también un trocito de alguna labor (punto de cruz, vainicas, etc...) que emezábamos cuando nos daban las vacaciones.

    Hoy en día sería impensable, pues yo guardo unos recuerdos maravillosos, de mi madre, de mi infancia y de "mis veraneos". Eramos felices. Y no te creas que esto que cuento es de hace tantos años!!, Te estoy hablando de los años 60.

    Un abrazo

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  2. Bonitos recuerdos. Los ojos de la niñez guardan mucha belleza. Abrazos

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  3. Creo Pilar que tienes razón, los tiempos van cambiando pero la esencia de la niñez es la misma, y los niños saben disfrutar!

    Besitos,

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Muchas gracias por comentar mi entrada.