Parece que fue ayer
cuando llegaba a la residencia de estudiantes de la calle Tutor para seguir con
mis estudios en Madrid.
Salir de casa,
dejar a tus padres, lanzarte a la aventura de la gran ciudad… significaba un paso
importante hacia la responsabilidad.
De pronto uno, se
encuentra inmerso en un mundo de ruidos, de emociones, de vivencias, donde
nuevas amistades surgen sin buscarlas, donde los sentidos se abren a la par que
uno conoce nuevas cosas, donde se añora también,
lo que queda atrás, el calor de la casa y los que en ella permanecen.
Parece que fue ayer cuando caminaba a paso rápido por la
calle Princesa, o cuando bajábamos al Parque del Oeste a respirar un poco de aire puro después de horas de encierro
delante de los libros.
Parece que fue ayer cuando acepté ser la novia del que hoy
en día es mi marido, en un Madrid lluvioso y frío de una tarde de Enero.
Parece que fue ayer,
parece… solo parece.
No nos da “el tiempo”
opción a detenernos, ni enlentecer el
paso y tomar un respiro. Con marcha atlética avanza y con él nuestra
historia sigue su ritmo. Curiosa esta manera de vivir, pegados siempre a un”
tiempo” del que no podemos separarnos.
Disfrazado de ayer, de hoy o de mañana, nos tiene prisioneros.
¡Cuánto vivido juntos.! ¡Cuánto recorrido! Pero no fue ayer,
solo lo parece…
Pilar.