REFLEXIONES

Hace unos días, una de mis hijas, que tenía que realizar un trabajo para la clase de lengua, me pidió si podía darle algunas ideas para tratar el tema de la soledad.
A pesar de lo inoportuno del momento, (pues, llegadas ciertas horas, mi mente se cierra en banda), intenté darle varias pinceladas, para que ella desarrollara su trabajo.
Al día siguiente, salimos a comer juntos, y elegimos un VIPS por cercanía a nuestra casa. Al poquito tiempo de estar allí, llegó un señor, un papá joven con dos niños, de unos 13 y 10 años.
Ocuparon la barra frente al televisor, alineados, uno junto al otro, mirando los tres en la misma dirección. El primero de los niños sacó su "game boy", el otro no “se desenchufó” del aparato de música, mientras el padre, se tragó el capítulo de los Simpsons sin pestañear.
A los 40 minutos, y a la orden de ¡vámonos!, primero el padre y detrás los hijos, salieron.
Yo, que comía en compañía de mi marido y mis cuatro hijos, alguno de los cuales también pasa por esa fase de ahorro de palabras, no tuve a menos que apuntarle a mi hija… ESTO ES SOLEDAD y me sirvió el ejemplo para abrir una conversación acerca de lo que había ocurrido.

!Qué pena no tener nada que compartir… qué pena, no sentir la necesidad de situarte frente a frente con el otro, poder mirarle a los ojos, estudiar sus movimientos con las manos, la expresión de sus gestos… qué pena, que a falta de una buena conversación uno tenga que ocupar  sus oídos con música… qué pena, tener que refugiarse en el móvil o en los juegos o quedar atrapado en los programas de televisión… qué pena… que en nuestros días tengamos que hablar de soledad. !


Doy , yo, pie, a que el que vive a mi lado se sienta solo?

¿podría ayudar yo a alguien a salir de su soledad?...



                                                                                                   Pilar.