Aprovechamos estas últimas semanas para hacer una visita a Madrid centro. Es lo que tiene el vivir a las afueras, que se convierte en excursión, lo que para muchos es el pan nuestro de cada día.
Y eso es lo que hemos hecho, hemos visitado Belenes para ir entrando en materia, para ir metiendo en el cuerpo el gusanillo de la fiesta. Porque la Navidad es fiesta, es motivo de alegría y de celebración de algo grande. Si nos empeñamos en cubrir con una tela de seda el misterio de la Navidad es lógico que lo veamos entrevelado y que desenfoquemos la mirada, para prestar más atención a detalles que no deberían tenerlo. Y nos sucede, vaya si nos sucede, que nos dejamos llevar por el ruido que más se oye, por el de las ofertas y oportunidades, por el del cotillón y las uvas... Pero aún existen personas, existimos personas, que intentamos vivir la Navidad con ilusión, sabiendo que pronto nacerá un Niño, y soñamos con tenerle en casa, envuelto en sus ropitas nuevas con olor a recién nacido, y procuramos sacar los adornos, y encender las velas, y gritamos a los cuatro vientos que se acerca el día.
Cuando a una casa llega un niño, todo se transforma, y se suceden las visitas para conocer al nuevo miembro de la familia. Tan pequeño y con tanta fuerza… que todos quieren besarle y abrazarle.
Ya no queda nada para ver a nuestro Niño! Se llamará Jesús. Jesús de Nazaret.
Nosotros sí queremos que nazcas, y queremos que sea en nuestra casa, serás bien recibido. No tardes, te esperamos.
Pilar