En la rama frondosa del olmo, despertando a la primavera,
asoma su cabecita desprovista casi de
plumas un pequeño pajarillo. Volar por fin, es su sueño, batir sus alas y alejarse, dejando atrás un nido...vacío. Volar y dar comienzo a una aventura, mientras
una mirada atenta, en la distancia, sigue el vuelo.
No necesitan calor ya los polluelos, ni el alimento que
la madre les consigue, volar, sentirse libre,
abrir caminos… ¡qué fácil!
¿Sabré yo hacerlo bien con mis “hijuelos”?
Pilar.
Seguro que si. Las madres somos especiales y sabemos enseñar a volar a nuestros hijos.
ResponderEliminarUn beso.
Capuchino de Silos.
Lo de increcendo@ etc. es mentira. No entiendo nada.
ResponderEliminarTodos volamos del nido y en la vida tendremos muchos choques pero siempre salimos airosos y si no es así sabemos que en el nido nos esperan para darnos su calor.
ResponderEliminarUn abrazo,
Al menos lo habremos intentado con todo nuestro ser.
ResponderEliminarAbrazos
Que bonito, tan lleno de sentimiento....besiños
ResponderEliminarEso me lo pregunto yo a diario, y me contesto que en todo no puedo ser perfecta, pero el esfuerzo que pongo en intentar formar a personitas con contenido y no a paquetitos envasados al vacío,está teniendo ya sus frutos. Por supuesto podían ser mejores, pero hay una parte de intimidad de la persona en la que no se debe entrar y dejar que se desarrolle libremente. Y es ésto lo más difícil porque cada hijuelo es diferente, y tú tienes uno más que yo.
ResponderEliminarBesos.
Estimada hermana, gracias por su sencillo compartir, cuándo un alma tiene su confianza en Dios sabe que todo está en sus mano y ÉL da la gracias para echar a volar, si Dios ha puesto en su corazón ese deseo ÉL sabe muy bién que usted lo puede hacer ya que ÉL confia en usted, adelante hermana, Dios la ilumine y la de su gracias, reciba mi abrazo fraterno su hermano en Cristo.
ResponderEliminar